El ambiente en los locales comerciales aledaños al sitio del atentado en Guayaquil, ocurrido el pasado martes 14 de octubre, se resume en desolación y temor. Días después de la explosión que cobró la vida del taxista Wellington Benítez e hirió a 26 personas, la actividad comercial se mantuvo con baja afluencia y muchos negocios permanecieron cerrados, incluso durante el fin de semana.
Comerciantes de la zona reportaron un golpe económico inmediato. Una trabajadora de un local de comida estimó pérdidas directas de entre $200 y $300 en los cuatro días posteriores, señalando que mantienen operaciones gracias a contratos externos, ya que el flujo de clientes se detuvo. Otros testimonios reflejan que el miedo frena la plena reapertura, pese a que la zona es usualmente concurrida los fines de semana.
Mientras continúan las investigaciones, que incluyen la participación del FBI como apoyo técnico, y las reparaciones de los daños estructurales, el comercio intenta volver a la normalidad. En el sector se han dado cierres intermitentes de vías para facilitar nuevas diligencias, y edificios como el 100 Business Plaza han seguido con trabajos de reparación de ventanales.