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noviembre 27, 2025 | Actualizado ECT
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Tatiana Schlossberg revela el dolor de su diagnóstico de cáncer terminal: “Mi primer pensamiento fueron mis hijos”

La nieta de John F. Kennedy, de 35 años, comparte en un emotivo ensayo para The New Yorker cómo la leucemia mieloide aguda la alejó de su bebé recién nacida y la obliga a atesorar cada recuerdo con su familia antes de que sea demasiado tarde

noviembre 24, 2025 | 08:59 ECT

En un testimonio desgarrador que ha conmovido al mundo, Tatiana Schlossberg, la nieta del legendario presidente John F. Kennedy y hija de la exembajadora Caroline Kennedy, abrió su corazón sobre el devastador diagnóstico de cáncer terminal que la golpeó a los 35 años. Diagnosticada con leucemia mieloide aguda poco después de dar a luz a su segunda hija en mayo de 2024, Schlossberg detalla en un ensayo publicado este domingo 23 de noviembre en The New Yorker cómo su primer pensamiento, al enterarse de la gravedad de su enfermedad, fue el futuro de sus hijos: “No la recordarían”. Este relato íntimo no solo expone la crudeza de su batalla contra una mutación rara llamada inversión 3, sino que resalta la resiliencia de una mujer que, entre quimioterapias y trasplantes, lucha por grabar en su memoria los momentos fugaces con sus pequeños.

El drama comenzó en los días posteriores al nacimiento de su hija, cuando un chequeo rutinario reveló un desequilibrio alarmante en su recuento de glóbulos blancos. Inicialmente, los médicos lo atribuyeron al estrés del embarazo, pero pronto llegó la confirmación: leucemia mieloide aguda, una forma agresiva y terminal de cáncer de la sangre. Durante su último ensayo clínico, el veredicto fue aún más sombrío: “Tal vez podría mantenerse con vida durante un año”, le dijo su doctor. Schlossberg, una reconocida periodista y escritora especializada en temas ambientales –autora de libros como Inconspicuous Consumption sobre el impacto climático del consumismo–, se vio obligada a pausar su prolífica carrera para enfrentar un tratamiento que la aisló de su familia. “Realmente nunca llegó a cuidar de su hija; no podía cambiarle el pañal, ni bañarla, ni alimentarla, todo por el riesgo de infección después de sus trasplantes”, escribe en su ensayo. Estuvo ausente durante casi la mitad del primer año de vida de la bebé, un vacío que la atormenta: “No sé quién cree ella realmente que es, ni si sentirá o recordará, cuando ya no esté, que es su madre”.

Casada desde 2017 con George Moran, un ingeniero ambiental, Schlossberg comparte su vida con un hijo de 3 años y una hija de 18 meses. Es precisamente en ellos donde centra su energía vital en estos días contados. “Sus rostros viven para siempre en el interior de mis párpados”, confiesa, temiendo que su hijo mayor comience a confundir recuerdos reales con fotos o anécdotas familiares. Para combatir el olvido, se dedica a “fijar su memoria” en escenas cotidianas que atesora como tesoros. Con su hijo, revive el video de él tartamudeando “Anna Karenina” o el abrazo consolador cuando rechazó un helado: “Te oigo, amigo, te oigo”. La primera vez que regresó del hospital, el niño entró al baño, la miró y exclamó: “Qué gusto encontrarte aquí”. Y con su hija, de cabello rojo rizado como una llama, celebra sus travesuras: caminando descalza con botas de lluvia amarillas, fingiendo llamadas con un teléfono viejo y un collar de perlas falsas, o bailando al ritmo de “I Got a Feeling” de James Brown mientras grita “Baby, baby”.

A pesar de su herencia kennedyana –hija de Caroline, quien fue embajadora en Australia y Japón, y sobrina de John Jr. y Caroline Bouvier–, Schlossberg enfatiza que su identidad va más allá de la fama familiar. “Mi hijo sabe que soy escritora y que escribo sobre nuestro planeta. Desde que estoy enferma, se lo recuerdo mucho para que sepa que no era solo una persona enferma”, revela. En medio de la adversidad, encuentra consuelo en la atención plena, aunque admite que “estar en el presente es más difícil de lo que parece”. Deja que los recuerdos fluyan, muchos de su propia infancia, creando un puente temporal entre su niñez y la de sus hijos. “A veces se engaña pensando que esto lo recordará para siempre, que lo recordará cuando muera. Obviamente, no. Pero como no sé cómo es la muerte y no hay nadie que le diga qué viene después, seguiré fingiendo. Seguiré intentando recordar”.

El ensayo de Schlossberg no solo es un adiós prematuro, sino un llamado a valorar lo efímero. En un mundo acelerado, su voz –eco de la elegancia y el coraje de los Kennedy– nos recuerda que, ante lo inevitable, el amor por los hijos trasciende cualquier linaje. La familia ha guardado silencio público, pero fuentes cercanas indican que Caroline Kennedy ha estado a su lado incondicionalmente. Mientras el mundo envía mensajes de apoyo, Tatiana sigue escribiendo, no solo para documentar su lucha, sino para dejar un legado de palabras que sus hijos algún día leerán. Seguiremos cubriendo esta historia con el respeto que merece.

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