Nueva York, la ciudad que nunca duerme, se ha visto sacudida por un escándalo que mezcla el glamour de las redes sociales con la crudeza de las estafas cotidianas. Pei-Yun Chung, una influencer de 35 años conocida por sus reseñas gastronómicas en Instagram bajo el usuario @lu.pychung, ha sido arrestada por séptima vez en menos de un mes por presuntamente cometer “dining and dashing” —comer y huir sin pagar— en varios restaurantes de la Gran Manzana. Con más de 26.000 seguidores que devoraban sus posts sobre platos exquisitos, Chung ahora enfrenta cargos por hurto de servicios, un delito menor que podría acarrear multas y hasta un año de cárcel si se acumulan las condenas.
Los incidentes, que comenzaron el 22 de octubre, revelan un patrón calculado y audaz. Chung visitaba locales populares en Brooklyn, tomaba fotos detalladas de los platos para sus publicaciones —a menudo posando como una crítica gastronómica genuina—, y desaparecía sin abonar la cuenta. Entre los establecimientos afectados figuran Misi, un restaurante italiano en South Williamsburg donde dejó una cuenta de 100 dólares; Sea Thai Brooklyn, con un saldo impago de 123 dólares; Mole Mexican Bar & Grill, por 149 dólares; y Francie, una brasería con estrella Michelin, donde cenó en dos ocasiones separadas sin liquidar la factura. Otros dueños, como Liad Matatyahu de 12 Chairs Cafe, han alertado a la comunidad restaurantera sobre su modus operandi, describiéndolo como “una plaga que explota la hospitalidad neoyorquina”.
La última gota que colmó el vaso ocurrió el 22 de noviembre, cuando Chung fue detenida en el acto tras una cena en uno de estos locales. Horas después, el 23 de noviembre, fue ingresada al controvertido centro de detención de Rikers Island, donde permanece bajo fianza de 4.500 dólares. La Policía de Nueva York (NYPD) ha documentado al menos siete cargos por hurto de servicios en su contra, con un monto total defraudado que supera los 1.000 dólares —una suma modesta, pero que multiplica el impacto emocional en dueños independientes que luchan por sobrevivir en un mercado feroz. Chung está programada para comparecer ante un juez el 26 de noviembre, fecha en la que se definirá si se unen los casos o se procesan por separado.

Hasta el momento, ni Chung ni sus representantes legales han emitido declaraciones públicas, dejando un silencio ensordecedor en sus perfiles sociales, donde sus últimos posts siguen atrayendo likes involuntariamente irónicos. Su cuenta de Instagram, dedicada a reseñas de comida con un toque de lifestyle aspiracional, ahora se ha convertido en un tablero de caza para comentarios de indignación: “¡De foodie a fugitiva en un bocado!”, escribió un seguidor. La influencer, originaria de Taiwán y radicada en EE.UU., había construido su marca personal alrededor de la autenticidad culinaria, colaborando ocasionalmente con marcas de alimentos y atrayendo a una audiencia que valoraba sus “descubrimientos ocultos” en la escena gastronómica de Brooklyn.
Este caso no es aislado en la era de las redes, donde influencers a veces cruzan la línea entre promoción gratuita y explotación. Propietarios como Matatyahu han compartido en grupos privados de restauradores fotos de Chung para prevenir más incidentes, fomentando una red de vigilancia informal. “Es devastador ver cómo alguien usa tu pasión por la comida para robarte”, confesó uno de los afectados a medios locales. La NYPD, por su parte, investiga si hay más víctimas no reportadas, recordando que el “dining and dashing” no solo daña economías locales, sino que erosiona la confianza en la hospitalidad.
Mientras Chung aguarda su día en corte, su historia sirve de advertencia: en un mundo donde un like vale más que un dólar, la línea entre influencer y infractora puede ser tan delgada como un fideo de ramen. Nueva York, con su paladar insaciable, ahora digiere esta amarga lección, recordándonos que detrás de cada plato perfecto hay un chef que no siempre puede permitirse ser estafado. ¿Será este el fin de la era dorada para las reseñas impagas, o solo el aperitivo de un escándalo mayor? La ciudad observa, con tenedor en mano.









