En una Navidad marcada por la incertidumbre política, la mayoría de los habitantes de Venezuela manifiesta que su principal preocupación es la precaria situación económica y el bajo poder adquisitivo, dejando en segundo plano las recientes amenazas de sanciones o acciones por parte de Estados Unidos. A pesar de la narrativa oficial que enfatiza una “amenaza externa” inminente, las familias venezolanas concentran sus esfuerzos en sortear los elevados precios de los alimentos y los servicios básicos, que han dificultado el cumplimiento de las tradiciones decembrinas. Este sentimiento refleja un agotamiento social frente a la retórica de conflicto, priorizando la supervivencia diaria en un contexto donde el salario mínimo sigue siendo insuficiente para cubrir la canasta básica.
Mientras el gobierno de Nicolás Maduro refuerza la presencia militar en las costas y denuncia una política hostil desde Washington, en las calles de ciudades como Caracas y Maracaibo el debate gira en torno a la inflación y la dolarización de facto. Los analistas locales señalan que la desconexión entre la agenda gubernamental de seguridad nacional y las necesidades urgentes de la ciudadanía se ha acentuado durante estas festividades. Para muchos ciudadanos en Venezuela, la verdadera crisis no se encuentra en las fronteras, sino en la dificultad de sostener la economía familiar, lo que ha transformado el ambiente festivo en una jornada de reflexión sobre el futuro financiero del país y la efectividad de las políticas internas para frenar la crisis.








