El sistema de salud de Cuba atraviesa una de las crisis más severas de su historia reciente, marcada por un deterioro profundo que las autoridades ya no pueden atribuir exclusivamente a factores externos o supuestos complots. Investigaciones recientes y testimonios de profesionales del sector apuntan a que la raíz del colapso reside en una gestión interna deficiente y en la falta crónica de inversión en el mantenimiento de hospitales y clínicas. La escasez de insumos médicos básicos, que va desde jeringuillas hasta medicamentos esenciales, ha obligado a la suspensión de cirugías y tratamientos vitales, dejando a la población en una situación de extrema vulnerabilidad ante enfermedades prevenibles y urgencias médicas.

A este escenario se suma el éxodo masivo de especialistas y personal de enfermería, quienes abandonan el país en busca de mejores condiciones de vida, debilitando aún más la capacidad operativa de los centros de salud. Mientras el gobierno prioriza sectores como el turismo para la captación de divisas, las instalaciones sanitarias presentan techos derrumbados, falta de agua corriente y equipos tecnológicos obsoletos que no reciben repuestos hace años. Este abandono institucional ha provocado que la otrora bandera de la propaganda estatal se convierta en un reflejo de la precariedad económica que asfixia a la nación caribeña. La comunidad médica internacional observa con alarma cómo la falta de transparencia y la carencia de recursos financieros propios están desmantelando la red asistencial cubana de forma acelerada.









