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diciembre 31, 2025 | Actualizado ECT
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La Bruja Insomne y los deseos para el año que despierta

Felices fiestas y próspero año nuevo a todos.

Escrito por Abel Cano

diciembre 31, 2025 | 06:30 ECT

No hago horóscopos esta noche. Hoy dejo las cartas guardadas y el café enfriándose al lado de la ventana. El calendario cambia de piel, pero los miedos —ay— suelen quedarse. Aun así, como toda bruja que no duerme, me permito desear. No prometer futuros, no adivinar destinos, sino lanzar al aire una lista de anhelos tercos, de esos que se repiten cada año porque todavía no se cumplen del todo.

Deseo, para este país que bosteza cansado, que la palabra seguridad deje de sonar a decreto y empiece a sentirse en la calle. Que las cifras no compitan entre sí como si fueran goles, sino que bajen en silencio, sin discursos triunfalistas. Que la justicia vuelva a ser un lugar al que se entra con confianza y no con sospecha, y que el poder recuerde —aunque sea por descuido— que gobernar no es vencer, sino sostener.

Deseo que la política se quite el disfraz de pelea eterna. No pido milagros: solo menos insulto, menos cálculo pequeño, menos urgencia por destruir al otro para existir. Que el próximo año tenga más acuerdos discretos y menos shows ruidosos. Que se gobierne pensando en el día siguiente, no solo en el titular inmediato.

Para la economía, deseo algo simple y revolucionario: estabilidad. Que trabajar vuelva a servir para vivir con dignidad. Que emprender no sea un acto de fe suicida. Que el joven no tenga que elegir entre migrar o resignarse, y que el adulto mayor no sea invisible salvo en campaña. No pido riqueza súbita, pido previsibilidad: ese lujo que solo se nota cuando falta.

Miro más allá del mapa y deseo que el mundo baje la voz. Que las guerras encuentren vergüenza antes que excusas. Que la tecnología avance sin olvidar a quién deja atrás. Que la inteligencia —artificial o humana— se use para curar, educar y prevenir, y no solo para vigilar, manipular o destruir. Que la diplomacia vuelva a ser una herramienta y no una palabra antigua en los libros.

Deseo que Europa aprenda de sus propios tropiezos, que América Latina se mire sin complejos y que las potencias recuerden que ninguna hegemonía es eterna. Que el planeta, cansado y herido, tenga al menos un respiro más antes de pasar la factura final. El clima no cree en ideologías, y ojalá este año tampoco lo olvidemos.

Y, finalmente, deseo algo íntimo y colectivo a la vez: que no normalicemos el cansancio. Que no aceptemos vivir siempre al borde. Que el nuevo año nos devuelva el derecho a esperar sin cinismo, a exigir sin miedo y a celebrar sin culpa.

No es un presagio. Es una lista de deseos escrita a las tres de la madrugada, cuando el mundo duerme y las verdades se dicen sin maquillaje. Si alguno se cumple, no será magia. Será, quizá, que por una vez escuchamos a la Bruja Insomne.

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