La icónica playa de Bondi, en Sídney, Australia, amaneció este lunes en un silencio sepulcral, marcado por el duelo y la conmoción tras el atentado terrorista contra una celebración de la comunidad judía que dejó quince personas muertas. El ataque, perpetrado por un padre y su hijo armados, se produjo el domingo por la tarde durante una celebración de Janucá en el parque Archer. Este tiroteo masivo es el más grave registrado en el país en las últimas tres décadas y representa el primer atentado mortal dirigido específicamente contra la comunidad judía en la historia de Australia. La zona, habitualmente bulliciosa por surfistas y turistas, se llenó de flores, velas y mensajes de duelo, mientras un fuerte despliegue policial acordonaba el área. El ambiente de tristeza se reflejó en las palabras de los residentes, quienes describieron el suceso como “una locura” y “totalmente inusual” en un país con bajos índices de violencia armada.
El comisionado de la policía de Nueva Gales del Sur, Mal Lanyon, confirmó el incidente como terrorismo, activando poderes especiales para prevenir nuevas amenazas. El primer ministro australiano, Anthony Albanese, afirmó que el atentado “ha golpeado el corazón de nuestra nación” y lo calificó como un “acto de terrorismo y antisemitismo”. Las autoridades identificaron a los atacantes como Sajid Akram, de cincuenta años, y su hijo Naveed Akram, de veinticuatro, quienes habrían jurado lealtad a Estado Islámico. El dolor ha trascendido fronteras, con manifestaciones de solidaridad en Israel, donde se informó que entre las víctimas se encontraban ciudadanos israelíes. Este trágico evento ocurre en un contexto de aumento de incidentes antisemitas en Australia, lo que subraya la vulnerabilidad de la comunidad, que representa el 0,4 por ciento de la población australiana.
