Tras la muerte del Papa, el cónclave para elegir a su sucesor se celebra en la Capilla Sixtina, donde cardenales electores menores de 80 años votan en secreto. Aislados del exterior, sin acceso a teléfonos ni medios, depositan sus votos en una urna. El proceso, regulado por la Constitución Apostólica de Juan Pablo II, requiere dos tercios de los votos para elegir al nuevo pontífice. El humo negro indica que no hay decisión; el blanco, que hay nuevo Papa.


