En Cuba, uno de los países más envejecidos de América Latina, los adultos mayores enfrentan una crisis económica devastadora, con pensiones mínimas de 1.528 pesos (4 dólares en el mercado informal), insuficientes para cubrir necesidades básicas. Isidro Manuet, de 73 años, sobrevive vendiendo café y cigarrillos en la calle Galiano de La Habana, un reflejo de cómo los ancianos recurren a la venta informal para subsistir en medio de la peor crisis desde 1991.
Con más del 25% de los 9.7 millones de habitantes superando los 60 años, y 39% de los jubilados recibiendo pensiones de apenas 13 dólares a tasa oficial, la situación es alarmante. Antonia Diez, de 70 años, vende ropa y maquillaje para complementar sus 1.540 pesos, que solo alcanzan para 15 huevos. La inflación galopante, la escasez de alimentos y medicinas, los apagones y la falta de transporte agravan la vulnerabilidad de este grupo.
El éxodo migratorio iniciado en 2022, el mayor en la historia de Cuba, ha dejado a muchos ancianos sin apoyo familiar. La asistencia social, como los paquetes de alimentos, ha disminuido, y la canasta básica, distribuida por la cartilla de racionamiento, es insuficiente. Los cubanos deben acudir a tiendas en dólares o negocios privados con precios inaccesibles, donde una familia de tres necesita 12 a 14 salarios mínimos para cubrir lo esencial, según el Centro de Estudios de la Economía Cubana.
El Sistema de Atención a la Familia (SAF), con 1.600 comedores, beneficia a 68.000 ancianos, como Eva Suárez, de 78 años, quien depende de un comedor en La Habana Vieja donde un plato cuesta 13 pesos. Sin embargo, la precariedad persiste, y muchos ancianos, como Lucy Pérez, de 72 años, enfrentan no solo pobreza, sino también desesperanza, con casas deterioradas y pensiones de 1.600 pesos que no garantizan un futuro digno.
La proliferación de mendigos y ancianos hurgando en la basura evidencia la crisis. La brecha social se amplía con tiendas en dólares como Casalinda, mientras los ancianos, sin apoyo gubernamental ni familiar, luchan por sobrevivir. Esta situación, marcada por la decepción y la precariedad, urge medidas para proteger a una población cada vez más vulnerable en un país sin perspectivas claras de recuperación.