Recientes expedientes judiciales del caso Jeffrey Epstein exponen las sofisticadas tácticas de manipulación emocional empleadas por Ghislaine Maxwell para captar y retener a menores de edad. Según testimonios de agentes ante el gran jurado, Maxwell adoptaba un rol de “hermana mayor” para normalizar situaciones de abuso, logrando que las jóvenes percibieran el ambiente de la mansión como algo cotidiano y seguro. Esta estrategia incluía generar un sentido de pertenencia y gratitud en las víctimas, haciéndoles sentir que formaban parte de una familia privilegiada mientras eran instruidas en comportamientos sexuales. Los documentos detallan cómo la acusada ridiculizaba o guiaba activamente a las adolescentes durante los encuentros con Epstein, eliminando cualquier rastro de alarma a través de bromas y una falsa atmósfera de familiaridad.

La divulgación de estas transcripciones perfila una estrategia sistemática basada en la empatía fingida, donde Maxwell se interesaba por las vulnerabilidades de las jóvenes y les enviaba obsequios para estrechar el vínculo afectivo. A pesar de la contundencia de los relatos recopilados, la defensa de la procesada, liderada por su hermano Ian Maxwell, sostiene que esta información es unilateral y no constituye una prueba completa de culpabilidad, argumentando que los procedimientos del gran jurado carecen de contrainterrogatorios. No obstante, las nuevas revelaciones coinciden con testimonios previos que señalan a Maxwell como la pieza fundamental en la estructura de captación del fallecido financista, subrayando su papel activo en la preparación de las menores para los actos de explotación sexual.









