El tono de voz elevado, temblores al hablar o un lenguaje negativo reflejan estrés, afectando la concentración, el humor y la comunicación, según expertos. El estrés, desencadenado por trabajo, finanzas o relaciones, puede ser temporal o crónico, impactando hormonas y causando resfriados, depresión, insomnio, problemas cardíacos y gastrointestinales, además de debilitar el sistema inmunológico por el exceso de cortisol.
Causas comunes incluyen ambientes laborales exigentes, problemas financieros, traumas o conflictos personales. Aunque el estrés puntual puede aumentar la energía, el crónico tiene graves consecuencias para la salud física y emocional.
Para manejarlo, se recomienda identificar desencadenantes, buscar apoyo terapéutico, practicar ejercicio, meditar y dedicar tiempo a pasatiempos. Estas estrategias ayudan a mitigar los efectos y mejorar el bienestar general.