El estrecho de Ormuz, por donde pasa el 20% del petróleo mundial, está bajo amenaza tras los bombardeos de EE. UU. e Israel a instalaciones nucleares iraníes. Este canal de 33 km entre Irán y Omán, clave para el comercio global, podría ser cerrado por Teherán como represalia, según aprobó su parlamento, aunque la decisión final recae en el Consejo Supremo de Seguridad Nacional.
Con 20 millones de barriles diarios transitando el estrecho, un bloqueo dispararía los precios del petróleo, afectando especialmente a China, principal comprador de crudo iraní. El secretario de Estado de EE. UU., Marco Rubio, urgió a Pekín a disuadir a Irán, advirtiendo que un cierre sería un “suicidio económico” para Teherán, pero golpearía más a otras economías.
Expertos como Alex Younger, exjefe del MI6, y Bader Al-Saif, de la Universidad de Kuwait, prevén un “enorme problema económico” y una reacción nerviosa en los mercados si el estrecho se cierra. Arabia Saudita, que exporta 6 millones de barriles diarios, y otros países del Golfo sufrirían graves impactos, junto con Asia-Pacífico, Europa y América del Norte.
Irán podría usar minas, lanchas rápidas y submarinos para bloquear el paso, pero EE. UU. y aliados podrían restablecer el tráfico militarmente, como en la “guerra de petroleros” de los 80. Sin embargo, Teherán nunca ha cerrado el estrecho, y analistas como Vandana Hari creen que tiene “poco que ganar” al antagonizar a China y vecinos productores.
China condenó los ataques de EE. UU., pidiendo un alto el fuego, mientras su embajador en la ONU, Fu Cong, instó a contener la escalada. La tensión en el estrecho, vital para el comercio energético global, mantiene en vilo a los mercados ante el riesgo de un conflicto que desestabilice aún más Oriente Medio.
