En el Día de la Madre, el Cementerio General de Guayaquil se convirtió en un espacio de homenaje y nostalgia. Familias acudieron desde temprano para recordar a sus madres fallecidas, llevando flores, limpiando lápidas y entonando canciones que evocaban momentos compartidos. La música, como el coro de A la sombra de mi madre, resonó en los pasillos, acompañada por guitarras y pequeños parlantes, mientras los visitantes expresaban amor y devoción.
A las 10:00, la afluencia creció, dinamizando la venta de flores y comida en los alrededores. En la puerta 3, se habilitó un espacio para que los asistentes rindieran tributos con cánticos, como hizo Fernanda Iturralde, quien recordó a su madre y tía, víctimas de cáncer. “Siempre cantaré, porque era lo que más nos gustaba”, dijo. Otros, como Olivia Sarmiento, llevaron la canción favorita de su madre, fallecida en 2012, para mantener viva su memoria.
Historias de pérdida se entrelazaron con gestos de cariño. Francelina Mosquera, quien perdió a su hermana hace 20 años, visitó el cementerio para honrar a su única familia. La jornada reflejó el apego de los guayaquileños a sus tradiciones, celebrando la vida de quienes dejaron un legado de amor inmenso.