El 3 de junio de 2025, la justicia británica condenó a Hamit Coskun, un hombre de 50 años de origen turco, por quemar un ejemplar del Corán frente al consulado de Turquía en Londres el 13 de febrero de este año. El Tribunal de Magistrados de Westminster lo declaró culpable de un delito de orden público con agravante religioso, imponiéndole una multa de 240 libras (aproximadamente 322 dólares). Durante el incidente, Coskun gritó frases como “Fuck Islam” y “el islam es la religión del terrorismo”, lo que el juez John McGarva calificó como “sumamente provocador” y motivado, al menos en parte, por odio hacia los musulmanes.
Coskun, residente en Midlands, centro de Inglaterra, y autoproclamado ateo, afirmó que su acto fue una protesta contra el “gobierno islamista” del presidente turco Recep Tayyip Erdogan, a quien acusó de convertir a Turquía en una base para islamistas radicales y de intentar establecer un régimen basado en la sharía. Sin embargo, el juez destacó que la quema del Corán frente al consulado fue un acto deliberadamente ofensivo, realizado en un lugar que maximizó su impacto provocador.
El caso ha generado controversia, especialmente en redes sociales, donde algunos usuarios han calificado la condena como una restricción a la libertad de expresión, comparándola con una “ley de blasfemia” implícita. La Sociedad Nacional Secular, que apoya los honorarios legales de Coskun, criticó el veredicto como un “golpe significativo” a la libertad de expresión, argumentando que criminalizar la quema del Corán protege de manera desproporcionada un texto religioso. Por su parte, la fiscalía aclaró que la condena no se basó únicamente en la quema del libro, sino en el comportamiento desordenado y las expresiones de odio religioso que lo acompañaron.
El incidente también tuvo momentos de tensión. Imágenes presentadas en el tribunal mostraron a otro hombre enfrentándose a Coskun con un cuchillo, gritando “es mi religión, no se quema el Corán”, mientras lo perseguía. Coskun, quien usó el Corán en llamas para defenderse, fue atacado físicamente, recibiendo escupitajos y patadas tras caer al suelo. Este episodio refleja el clima de polarización que rodea las discusiones sobre religión y libertad de expresión en el Reino Unido.
Organizaciones como el Consejo Musulmán Británico han señalado que actos como este alimentan la islamofobia, un problema creciente en el país. En 2017, un ataque islamófobo cerca de la mezquita de Finsbury Park, donde un hombre arrolló a fieles musulmanes gritando “quiero matar a todos los musulmanes”, dejó un muerto y varios heridos, evidenciando los riesgos de la retórica de odio. En contraste, la Comunidad Musulmana Ahmadía, con unos 4 millones de musulmanes en el Reino Unido, promueve mensajes de paz con lemas como “Amor para todos, odio para nadie”, destacando que el islam condena la violencia y aboga por la convivencia.
Este caso pone de manifiesto el delicado equilibrio entre la libertad de expresión y la prevención del odio religioso en una sociedad diversa. Mientras algunos defienden el derecho a criticar religiones, otros advierten que acciones como la de Coskun pueden incitar a la violencia y exacerbar tensiones sociales. La condena, aunque limitada a una multa, ha reavivado el debate sobre cómo abordar expresiones que cruzan la línea hacia el discurso de odio en el Reino Unido.