Las elecciones generales de Honduras han desembocado en un ajustado pulso por la presidencia, con un virtual empate técnico entre el conservador Nasry “Tito” Asfura, del Partido Nacional, y el centrista Salvador Nasralla, del Partido Liberal. Tras el escrutinio de más del 50 % de las actas, Asfura mantiene una leve ventaja, con apenas 17.000 votos de diferencia sobre Nasralla. Este resultado marca un giro político significativo hacia la derecha, dejando a la candidata oficialista, Rixi Moncada, del partido Libertad y Refundación (Libre), relegada al tercer lugar. La contienda se desarrolla en un clima de alta tensión, con los fantasmas del fraude electoral que marcaron los comicios de 2017 sobrevolando el proceso.
Un elemento determinante en esta contienda ha sido el respaldo in extremis que el expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, ofreció a Asfura días antes de la votación, calificándolo como el “único verdadero amigo de la libertad en Honduras“. Este apoyo externo y la promesa de un posible indulto para el expresidente Juan Orlando Hernández por cargos de narcotráfico añaden una capa de complejidad al proceso. La estrechez del resultado electoral ha provocado que Nasralla ponga en duda la fiabilidad del sistema de transmisión de datos, denunciando una supuesta manipulación por parte del partido en el poder. Por su parte, la excandidata oficialista Moncada y el expresidente Manuel Zelaya han llamado a sus simpatizantes a mantenerse “en pie de lucha” hasta que se complete el escrutinio total. A nivel institucional, el Consejo Nacional Electoral (CNE) ha solicitado a todos los aspirantes respetar la jornada y reconocer los resultados oficiales, en un intento por garantizar la estabilidad en el país centroamericano, que sigue siendo monitoreado de cerca por la OEA y Estados Unidos ante el riesgo de conflictos post-electorales.








