La implosión del sumergible Titan en junio de 2023, durante su descenso a los restos del Titanic, fue causada por graves fallos en el diseño del casco de fibra de carbono y la ausencia de pruebas adecuadas, según el informe final de la Junta Nacional de Seguridad en el Transporte de Estados Unidos (NTSB). La tragedia, que ocurrió a 3.363 metros de profundidad en el Atlántico Norte, cobró la vida de las cinco personas a bordo, incluido el director ejecutivo de OceanGate, Stockton Rush. La empresa no evaluó correctamente la resistencia del casco ni siguió estándares internacionales de seguridad, lo que derivó en un colapso súbito bajo la presión extrema.
El informe detalla que el Titan, construido con fibra de carbono y titanio, no fue sometido a pruebas que garantizaran su capacidad para soportar las profundidades oceánicas. Anomalías y delaminaciones en el casco, agravadas por inmersiones previas, pasaron desapercibidas por OceanGate, que además ignoró advertencias de ex empleados sobre posibles fallos estructurales. La falta de supervisión regulatoria y una cultura corporativa que desestimaba riesgos contribuyeron al accidente, calificado como “totalmente prevenible” por un informe previo de la Guardia Costera.
La tragedia, que ocurrió a 500 metros del Titanic, también reveló fallos en los protocolos de emergencia de OceanGate, como la falta de comunicación y rastreo adecuados, lo que retrasó la localización del sumergible. Entre las víctimas estaban el explorador francés Paul-Henri Nargeolet, el empresario británico Hamish Harding y el magnate paquistaní Shahzada Dawood con su hijo Suleman. Tras el accidente, OceanGate suspendió operaciones y se disolvió, dejando un debate sobre la seguridad en expediciones submarinas privadas.
