La industria petrolera de Venezuela enfrenta un estancamiento crítico debido a la intensificación de las acciones de Estados Unidos para interceptar y decomisar buques que transportan crudo venezolano. En las últimas semanas, la Guardia Costera estadounidense ha incautado petroleros como el “Skipper” y el “Centuries”, lo que ha generado temor entre los armadores y provocado la cancelación de contratos de carga. Esta ofensiva, liderada por la administración de Donald Trump, ha dejado las terminales marítimas del país caribeño saturadas de embarcaciones que no se atreven a navegar hacia aguas internacionales por riesgo a ser confiscadas, poniendo en peligro la principal fuente de ingresos en divisas del gobierno de Nicolás Maduro.

Ante el bloqueo, el gobierno venezolano ha comenzado a escoltar sus embarcaciones con lanchas cañoneras dentro de sus aguas territoriales y evalúa la posibilidad de embarcar soldados armados en petroleros con destino a China. Sin embargo, estas medidas podrían escalar el conflicto militar con la Marina estadounidense desplegada en el Caribe. Mientras la producción había logrado una modesta recuperación alcanzando 1,1 millones de barriles diarios, la actual campaña de presión amenaza con revertir estos avances. Por ahora, solo la empresa estadounidense Chevron mantiene operaciones de exportación bajo un permiso especial, aunque su beneficio económico para el Estado venezolano es limitado en comparación con las necesidades de la nación.









