El “eje de resistencia” de Irán, formado por grupos como Hamás, Hezbolá y los hutíes, junto con aliados estatales como Siria, Rusia y Venezuela, se encuentra en declive, dejando a Teherán en una posición de creciente aislamiento frente a la ofensiva israelí iniciada el 13 de junio de 2025 contra su programa nuclear. La caída de Bashar al-Assad en Siria, el debilitamiento de Hezbolá por ataques israelíes y la lucha de Hamás en Gaza han mermado la influencia regional iraní, mientras la escalada de bombardeos mutuos con Israel amenaza con una guerra a gran escala.
Rusia, un aliado clave, ha fortalecido lazos militares y económicos con Irán, suministrando drones antes de la guerra en Ucrania, pero el reciente tratado de asociación no incluye una alianza militar explícita. China, principal comprador de petróleo iraní, mantiene una postura cautelosa, condenando los ataques israelíes pero priorizando relaciones comerciales con países del Golfo para evitar conflictos. Corea del Norte y Venezuela ofrecen apoyo simbólico, limitado por sanciones y falta de capacidad militar, mientras Cuba, Nicaragua y Bolivia se alinean diplomáticamente contra EE.UU., sin aportar ayuda significativa.
La “soledad estratégica” de Irán, exacerbada desde la revolución islámica de 1979, se debe a su identidad persa y chiita, que lo diferencia de sus vecinos, y a rivalidades históricas en la región. Expertos como Thomas Juneau señalan que la cooperación con aliados es limitada, y la reciente ofensiva israelí, que ha neutralizado defensas aéreas iraníes, deja a Teherán vulnerable. Con pocos aliados efectivos y sanciones restringiendo su economía, Irán enfrenta un futuro incierto mientras los habitantes de Teherán evacúan ante la intensificación del conflicto.