El impactante y controvertido final de la exitosa serie “La Familia Ingalls”, donde el pintoresco pueblo de Walnut Grove es completamente destruido, tuvo una razón de ser mucho más profunda que un mero giro dramático. Michael Landon, la mente maestra detrás de la producción y protagonista, ejecutó esta drástica medida como una contundente muestra de su enojo hacia la cadena NBC, que decidió cancelar el programa de manera abrupta y sin previo aviso formal, dejando al actor y director con un sentimiento de profunda frustración.
Según reveló Melissa Gilbert, quien interpretó a Laura Ingalls, Landon estaba furioso por la falta de comunicación oficial de la cadena. Esta cólera se tradujo en la icónica escena del episodio final, “The Last Farewell”, donde los sets del pueblo son volados y demolidos, un acto que Gilbert describió como un desafiante “que se jodan” dirigido directamente a la emisora. La intención era clara: dejar una marca imborrable y evitar que los escenarios fueran reutilizados por el canal para otras producciones, en un gesto de desafío sin precedentes en la televisión de la época.
Más allá de la evidente ira de Landon, la decisión también tuvo motivaciones prácticas. El equipo de producción había arrendado el terreno donde se construyó Walnut Grove y estaba obligado a devolverlo a su estado original, lo que hizo que la demolición de los edificios fuera una forma eficiente de limpiar el sitio. Curiosamente, en medio de la destrucción total, la iglesia y la casa de los Ingalls fueron las únicas estructuras que se salvaron; la iglesia por su simbolismo, y la casa con la esperanza de ser preservada, marcando un cierre épico para una de las series más queridas de la televisión estadounidense.
