La infertilidad se ha convertido en una realidad que afecta a una parte considerable de la población en México, con estadísticas que revelan que uno de cada tres individuos enfrenta esta condición. Sin embargo, más allá de las cifras, el impacto emocional y psicológico, especialmente en las mujeres, es profundo y a menudo subestimado. Según la especialista Daniela Chinchilla, la infertilidad puede manifestarse como un duelo incomprensible, invisible y sumamente difícil de procesar para quienes lo experimentan.
Un alarmante 40% de las mujeres que lidian con la infertilidad sufren de depresión y ansiedad, un reflejo de la carga emocional que conlleva esta situación. Frecuentemente, estas mujeres experimentan una dolorosa pérdida de control sobre su proyecto de vida biológico, psicológico y colectivo. Esta sensación se traduce en una profunda tristeza por la privación de su deseo de maternidad o, en muchos casos, en un sentimiento de culpa por no cumplir con el rol familiar que la sociedad les ha asignado culturalmente. La infertilidad, por tanto, no solo es un reto médico, sino también un complejo problema de salud mental y social que demanda mayor atención y apoyo.