Sin grandes titulares ni cifras impactantes, César Marcelo Meli se marchó de Emelec dejando un legado que va más allá de las estadísticas. Su paso por el equipo entre 2024 y 2025 se caracterizó por intentar darle orden, entrega y consistencia, rasgos que hoy escasean en los volantes modernos. Ahora continuará su carrera en Independiente Santa Fe de Colombia.
En dos temporadas sumó 44 partidos, repartidos en 27 durante su primer año y 17 en el segundo. Aunque solo anotó un gol —ante Deportivo Cuenca en 2024— y registró un par de asistencias, su aporte estuvo en otro plano: el del sacrificio táctico, la presión alta y el equilibrio entre defensa y transición ofensiva.
A sus 32 años, el argentino mostró una madurez deportiva que se reflejó en su comportamiento dentro del campo. Fue amonestado en 12 ocasiones y vio una roja directa en un tenso Clásico del Astillero, lo que también evidenció su carácter competitivo y su implicación emocional con los colores del club. Ese temperamento lo convirtió en uno de los referentes silenciosos de la plantilla.
Más allá del rendimiento individual, su presencia representó un punto de estabilidad en un equipo que atravesó altibajos durante su estancia. En cada alineación en la que apareció, el técnico sabía que tenía un futbolista que entendía su rol y lo ejecutaba con compromiso. Sin acaparar flashes, Meli se convirtió en un engranaje confiable en la estructura azul.
Su salida deja una ausencia importante en el mediocampo millonario. No por los goles ni las asistencias, sino por el liderazgo callado y la consistencia que supo imprimir en cada partido. Marcelo Meli no fue figura de portada, pero sí el sostén que sostuvo más de una vez a un Emelec en reconstrucción.