Una marcha convocada en gran medida por la Generación Z en la Ciudad de México, que inicialmente portaba banderines blancos y lanzaba consignas por la paz, degeneró en violencia y descontrol al llegar a la Plaza de la Constitución. La movilización, que se dirigió hacia el Zócalo desde el Ángel de la Independencia, fue desbordada por la ira y el odio visceral manifestado por algunos participantes, especialmente adultos. Pese a que se gritaban consignas de “queremos paz”, varios manifestantes celebraron el acoso violento con petardos, cohetones y pedradas contra la Catedral Metropolitana y las vallas que resguardaban el Palacio Nacional.
Grupos de encapuchados, descritos como bien organizados, atacaron las vallas con martillos y marros, rompiendo adoquines y arrancando coladeras para usarlas como proyectiles. Aunque la policía inicialmente se mantuvo oculta, eventualmente respondió a los ataques con gases y proyectiles. Lo más llamativo fue que, a pocos pasos de los enfrentamientos, manifestantes que se identificaban como “pacíficos” observaban y aplaudían los embates, a la vez que dirigían insultos personales y vejatorios contra la Presidenta. La marcha, que mostró un contenido de clase media alta que se autoproclama “el pueblo”, generó un ambiente de hostilidad y desorden en la capital.
