Un operativo policial de gran escala en el Complejo de la Penha, zona norte de Río de Janeiro, dejó al menos 138 muertos, entre ellos cuatro agentes, en lo que ya se califica como una de las acciones más sangrientas de la historia reciente de Brasil.
El despliegue, que involucró 2.500 efectivos contra el grupo narcotraficante Comando Vermelho, desató escenas de terror con bombas lanzadas desde drones, tiroteos masivos y presuntas ejecuciones sumarias.
Testigos y organizaciones de derechos humanos denuncian violaciones al debido proceso y uso excesivo de la fuerza, mientras el gobernador Claudio Castro defendió la operación argumentando que “el Estado no puede ceder ante las mafias”.
El presidente Luiz Inácio Lula da Silva expresó “consternación” por el número de víctimas y pidió una investigación independiente. La ONU calificó la intervención de “carnicería inaceptable”.
La operación, denominada “Contención”, tenía como objetivo frenar la expansión del Comando Vermelho, que controla 26 favelas y ha incrementado su poder de fuego con armamento fabricado localmente y drones de combate.
