Un misil iraní impactó el hospital Soroka en Beersheba, sur de Israel, la madrugada del jueves, causando graves daños, ventanas destruidas y humo denso, según el Ministerio de Relaciones Exteriores israelí. El ataque, que dejó al menos 65 heridos, fue calificado como “crimen de guerra” por el primer ministro Benjamin Netanyahu, quien prometió “exigir el precio completo a los tiranos de Teherán”.
Irán afirmó que el objetivo era un cuartel militar cercano, no el hospital, según la agencia IRNA. Misiles también golpearon Ramat Gan y Holon, cerca de Tel Aviv, dañando edificios residenciales y dejando tres heridos en Holon tras el colapso de un tejado.
En respuesta, Israel bombardeó el reactor nuclear de Arak, diseñado para producir plutonio, según las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI). El ataque, que no causó víctimas ni riesgos de radiación, buscaba evitar su uso en armas nucleares, afirmaron las FDI. Irán denunció la agresión ante el Organismo Internacional de Energía Atómica, acusando a Israel de violar el derecho internacional.
En Irán, al menos 224 personas han muerto por los ataques israelíes, mientras en Israel se reportan 24 fallecidos por misiles iraníes. Miles de residentes de Teherán intentan huir, enfrentando atascos, pese a que las autoridades iraníes minimizan los mensajes de evacuación israelíes como “guerra psicológica”.
La escalada, en su séptimo día, incluye ataques israelíes a instalaciones militares, nucleares y residenciales en Irán, y misiles iraníes que han superado defensas israelíes. Hugo Bachega, corresponsal de la BBC, señala que los ataques demuestran la capacidad iraní de causar daños.
El ministro de Defensa israelí, Israel Katz, llamó al líder supremo iraní, Alí Jamenei, “el Hitler moderno”, afirmando que “no puede seguir existiendo”. Irán, que insiste en el carácter pacífico de su programa nuclear, carece de refugios públicos, dejando a civiles vulnerables.
El presidente Donald Trump evalúa una intervención directa, mientras Jamenei rechaza rendirse y amenaza intereses estadounidenses. Los esfuerzos de desescalada han fracasado, y ambos países indican que el conflicto continuará, aumentando el riesgo de una guerra regional.