En Ecuador, la ausencia de un registro oficial de casos de trastorno del espectro autista (TEA) dificulta conocer cuántos niños viven con esta condición. Según la Organización Mundial de la Salud, 1 de cada 100 niños en el mundo tiene autismo, pero en el país no hay estadísticas actualizadas. En 2018, el Ministerio de Salud reportó 1.581 personas diagnosticadas, aunque expertos advierten un subregistro significativo debido a diagnósticos erróneos o falta de acceso a especialistas.
El TEA, caracterizado por dificultades en la interacción social, comunicación y comportamientos repetitivos, se manifiesta en los primeros años de vida. La detección temprana es clave, pero en Ecuador, el 53% de las familias nota signos antes de los 2 años, y el 26% de los niños recibe diagnósticos previos incorrectos, consultando hasta tres especialistas. Las terapias, esenciales para mejorar la calidad de vida, cuestan entre 30 y 50 dólares por sesión, un gasto inaccesible para muchos, especialmente en zonas pobres como Guayaquil, donde ONGs ofrecen apoyo limitado.
La educación inclusiva es otro reto. Casos como el de un niño agredido por un maestro en Ibarra en 2024 evidencian la falta de preparación docente y discriminación. El Ministerio de Salud asegura contar con protocolos y especialistas en hospitales como el B―aca Ortiz, pero padres denuncian esperas de hasta seis meses para citas. En Ambato, un consultorio especializado diagnosticó 346 casos en 2023, destacando la necesidad de atención temprana.
Organizaciones como APADA luchan por políticas públicas, inclusión educativa y laboral, pero la falta de recursos y conciencia persiste. El autismo no tiene cura, solo terapias que fomentan autonomía, pero sin datos claros ni acceso equitativo, miles de niños enfrentan un futuro incierto.
