Heather O’Rourke se convirtió en ícono del cine de terror con apenas 6 años al interpretar a Carol Anne en Poltergeist: fenómenos extraños (1982), dirigida por Tobe Hooper y producida por Steven Spielberg. Descubierta por casualidad mientras acompañaba a su hermana a un casting, la pequeña conquistó al realizador con su grito perfecto y su inocencia inquietante. Pero su vida terminó abruptamente el 1 de febrero de 1988, a los 12 años, durante el rodaje de Poltergeist III.

Lo que comenzó como una gripe en 1987 derivó en un diagnóstico equivocado de giardiasis y luego de Crohn. El 31 de enero de 1988, Heather amaneció con vómitos y dolores intensos. Sufrió un paro cardiorrespiratorio en la ambulancia, fue reanimada y trasladada al hospital de San Diego, donde falleció en quirófano por un shock séptico causado por una obstrucción intestinal congénita no detectada. Los corticoides que tomaba para la supuesta Crohn hincharon su rostro, pero no frenaron la enfermedad.

Su muerte no fue un caso aislado. Dominique Dunne (Dana Freeling) fue estrangulada por su exnovio el 4 de noviembre de 1982, meses después del estreno. Julian Beck (Kane) murió de cáncer en 1985 antes del estreno de la secuela. Will Sampson (Taylor) falleció en 1987 por complicaciones post-trasplante. Lou Perryman (Pugsley) fue asesinado con un hacha en 2009. Cuatro muertes en seis años avivaron la “maldición de Poltergeist”.

El mito se reforzó con el uso de esqueletos humanos reales en la icónica escena de la piscina de lodo, decisión que JoBeth Williams (Diane Freeling) descubrió años después. Durante el rodaje, un payaso mecánico casi asfixia a Oliver Robins, y se reportaron fallos eléctricos inexplicables.

La franquicia, que mezcló inocencia infantil con horror sobrenatural, dejó un legado de miedo que trasciende la pantalla: para muchos, Poltergeist no solo contó una historia de fantasmas, sino que los atrajo.








