La estrategia de presión económica de la administración de Donald Trump ha golpeado el núcleo financiero del mercado venezolano, restringiendo drásticamente la entrada de divisas. Al bloquear el movimiento de los buques petroleros sancionados, Estados Unidos ha logrado frenar la principal vía de ingresos del país, lo que deja a las empresas locales con un acceso limitado a dólares y criptomonedas para operar. Durante el último año, la asignación de moneda extranjera para el sector privado cayó un 16%, una cifra que refleja la dificultad creciente para sostener las importaciones básicas. Esta sequía de recursos no solo complica la logística empresarial, sino que ha generado una alarma en los mercados ante la imposibilidad de cumplir con pagos internacionales y mantener el abastecimiento de productos.
El efecto más inmediato de este cerco financiero se siente en el bolsillo de los ciudadanos a través de una devaluación agresiva del bolívar. Con una moneda local que pierde valor diariamente frente al dólar, la inflación se ha reactivado con fuerza, proyectándose un cierre de año cercano al 548% según estimaciones del FMI. La falta de billetes verdes en circulación obliga al régimen de Nicolás Maduro a refugiarse en el uso de criptoactivos como Tether, mientras el costo de vida sube sin freno para las familias que ven cómo alimentos y medicinas se encarecen de forma constante. Este escenario de asfixia económica, potenciado por la vigilancia militar en las rutas del Caribe, coloca a la economía venezolana en su punto de mayor tensión cambiaria de los últimos meses.
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