La posibilidad de un “gran apagón mundial” en 2025, alimentada por especulaciones en redes sociales y advertencias de gobiernos como el de Austria, ha generado inquietud global. Según el Ministerio de Defensa austriaco, un colapso eléctrico podría ocurrir en los próximos años debido a la dependencia de sistemas digitales, posibles ciberataques, fenómenos climáticos extremos o desequilibrios en la red eléctrica por falta de gas. Sin embargo, expertos como los de Red Eléctrica de España (REE) y el investigador Antonio Turiel descartan un apagón global, argumentando que las redes eléctricas están segmentadas en regiones independientes, lo que limita la propagación de fallos. En América Latina, casos como los de Venezuela (2019) y Chile (2025) muestran que los apagones suelen ser regionales, con causas específicas como fallos en infraestructuras o desastres naturales.
A pesar de la improbabilidad de un colapso global, eventos recientes como el apagón en España y Portugal el 28 de abril de 2025, que afectó a millones y paralizó servicios esenciales, destacan la vulnerabilidad de las redes eléctricas. Este incidente, atribuido a una “fuerte oscilación” en la red europea, no tuvo relación con ciberataques, según REE y el Centro Nacional de Ciberseguridad de Portugal. Para mitigar riesgos, se promueven soluciones como el autoconsumo energético, el uso de baterías y simulacros de emergencia, como los propuestos en Chile tras su apagón de febrero de 2025. Aunque la idea de un apagón mundial captura la imaginación, los especialistas insisten en prepararse para cortes localizados mediante energías renovables y sistemas de respaldo, en lugar de temer un escenario apocalíptico.