La cuarta temporada de The Witcher, estrenada por Netflix el pasado 30 de octubre, ha sido marcada por un contundente fracaso en la recepción de la crítica y el público. A pesar de las promesas de renovación tras la sustitución de Henry Cavill por Liam Hemsworth en el papel de Geralt de Rivia, la serie vive su peor momento. En el portal Rotten Tomatoes, la valoración del público se desplomó a un dramático mínimo, aproximándose al 18 %. Esta cifra contrasta significativamente con el 95 % que alcanzó la segunda temporada y el 79 % de la tercera.
Los indicadores de streaming refuerzan este escenario de rechazo, ya que la cuarta temporada solo registró 7,3 millones de visualizaciones en su primera semana, lo que representa una caída de más del 50 % en comparación con su entrega anterior. Más allá del cambio de actor, la crítica apunta a una pérdida de identidad narrativa, donde la serie ha pasado a ser una “enorme saga al estilo de Game of Thrones” que no ha logrado coherencia en su desarrollo, perdiendo frescura y limitándose a preparar el final. A pesar del tropiezo, Netflix ya tiene en desarrollo una quinta temporada que se plantea como el desenlace de la saga.








