Corea del Sur se encuentra conmocionada por el brutal asesinato de la influencer Yoon Ji-ah, una joven de 25 años conocida por su carisma y contenido positivo en redes sociales. Su cuerpo fue descubierto en una ladera montañosa del condado de Muju, en la provincia de Jeolla del Norte, presentando evidentes marcas de estrangulamiento y agresión física. La tragedia ocurrió apenas 30 minutos después de que Yoon realizara su última transmisión en vivo en TikTok, desde la isla Yeongjong, a más de 200 kilómetros de distancia del sitio donde fue abandonada. Su familia reportó la desaparición de la joven poco después del final del directo, y las autoridades confirmaron su muerte días más tarde.
Durante esa emisión final, Yoon Ji-ah, quien contaba con más de 300.000 seguidores en la plataforma, interactuó con su audiencia compartiendo momentos cotidianos llenos de energía y cercanía, sin imaginar que sería su última aparición pública. La noticia ha generado un profundo dolor entre sus fans, que la recuerdan como una creadora digital vibrante y accesible. La familia de la influencer confirmó el deceso a través de su cuenta oficial en TikTok, donde expresaron su devastación y pidieron privacidad en este momento de duelo.
Las investigaciones policiales apuntan directamente a Choi, un hombre de aproximadamente 50 años, como el principal sospechoso. Bajo la fachada de un empresario exitoso en el sector tecnológico, Choi se acercaba a influencers prometiendo contratos lucrativos y apoyo financiero para ganarse su confianza. Sin embargo, su vida real era un caos: enfrentaba una grave crisis económica con deudas acumuladas, su vivienda en proceso de embargo y múltiples causas judiciales abiertas por agresiones y manipulación contra otras creadoras de contenido. De hecho, en diciembre de 2024, ya estaba siendo procesado por un caso similar de violencia y confinamiento contra otra influencer.
La relación entre Choi y Yoon Ji-ah comenzó como un supuesto acuerdo profesional de colaboración. Todo cambió el 10 de septiembre, cuando la joven descubrió las mentiras del hombre sobre su estabilidad económica y decidió terminar el contrato de inmediato. Al día siguiente, el 11 de septiembre, ocurrió el fatídico encuentro captado por cámaras de seguridad en la isla Yeongjong: Choi se arrodilló ante Yoon suplicándole que reconsiderara su decisión, lo que derivó en una intensa discusión dentro de un vehículo, donde él la impidió salir. Según la reconstrucción de las autoridades, tras la confrontación, Choi agredió y estranguló a la influencer, colocó su cuerpo en una valija y lo transportó durante horas hasta abandonarlo en la remota montaña de Muju.
Detenido rápidamente, Choi negó al principio cualquier involucramiento, pero ante las pruebas irrefutables —incluidas grabaciones y evidencias forenses— terminó confesando el crimen. El caso ha escalado con nuevas denuncias: al menos otras influencers han revelado haber sido acosadas, manipuladas o amenazadas por el mismo individuo, lo que ha impulsado líneas de investigación adicionales para esclarecer un posible patrón de comportamiento violento en la comunidad digital.
Este trágico suceso pone en el foco los peligros que enfrentan las creadoras de contenido en línea, especialmente aquellas que interactúan con supuestos colaboradores profesionales. Las autoridades surcoreanas han intensificado las medidas de protección para influencers vulnerables, mientras que el caso de Yoon Ji-ah sirve como un sombrío recordatorio de la necesidad de mayor vigilancia contra el acoso y la violencia de género en el mundo virtual. Sus seguidores, a través de redes sociales, han iniciado campañas de tributos y llamados a la justicia, exigiendo que se haga todo lo posible para evitar que tragedias como esta se repitan.
