Las fuerzas ucranianas han mantenido su presencia en la región rusa de Kursk, intensificando los combates en la zona fronteriza desde el inicio de su incursión el 6 de agosto de 2024. Según el Estado Mayor ucraniano, las tropas de Kiev controlan aproximadamente 100 localidades y más de 1.294 kilómetros cuadrados, incluyendo la ciudad de Sudzha, un punto estratégico con una estación de distribución de gas. Este avance, el más significativo en suelo ruso desde el inicio de la guerra en febrero de 2022, ha obligado a Rusia a evacuar a más de 200.000 personas y declarar el estado de emergencia en Kursk, mientras el Kremlin califica la operación como una “provocación” y promete una respuesta contundente.
La ofensiva ucraniana ha sorprendido por su audacia, aprovechando tácticas de drones y ataques coordinados para neutralizar posiciones rusas, según reportes de soldados ucranianos entrevistados por la BBC. Aunque Rusia ha enviado refuerzos, incluyendo tanques y artillería, las defensas locales han mostrado desorganización, con reportes de civiles rusos que no oponen resistencia significativa. Sin embargo, el Ministerio de Defensa ruso asegura haber frustrado intentos de avance ucraniano, reportando la destrucción de 230 soldados y 38 vehículos blindados en un solo día, aunque estas cifras no han sido verificadas de forma independiente. La operación ha elevado la moral ucraniana, pero no ha detenido los ataques rusos en el este de Ucrania, especialmente en Donetsk.
El conflicto en Kursk plantea riesgos humanitarios y estratégicos. La agencia nuclear de la ONU ha instado a ambos bandos a evitar combates cerca de la planta nuclear de Kursk, una de las mayores de Rusia, ante el peligro de un desastre radiológico. Mientras tanto, el presidente Volodímir Zelenski ha destacado que la operación busca crear una zona de amortiguación para proteger a Ucrania de ataques rusos y capturar prisioneros para futuros intercambios. Sin embargo, analistas del Instituto para el Estudio de la Guerra advierten que el avance ucraniano podría perder impulso si no se refuerzan las reservas, mientras Rusia redirige tropas desde Járkov y otras zonas del frente oriental. Este escenario refleja la complejidad de una guerra que, tras tres años, sigue redefiniendo las dinámicas en la región.
La incursión ucraniana en Kursk no solo desafía la narrativa de invulnerabilidad de Rusia, sino que también pone a prueba la capacidad de Moscú para gestionar múltiples frentes. La evacuación masiva de civiles rusos y las pérdidas reportadas han generado críticas internas, con canales de Telegram como “Dos Mayores” señalando fallos en el mando militar ruso. Por su parte, Ucrania enfrenta el reto de sostener esta ofensiva mientras resiste los bombardeos rusos en su territorio, como los ataques con drones y misiles en Kiev y Sumy. La situación, marcada por una escalada sin precedentes, podría influir en las negociaciones mediadas por Estados Unidos, aunque las posiciones de ambos bandos permanecen irreconciliables.
