En un nuevo episodio de su retórica expansionista, el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, reiteró su propuesta de convertir a Canadá en el estado 51 de su país, según declaraciones publicadas el 28 de abril de 2025. En un mensaje en su red social Truth Social, Trump afirmó que la anexión eliminaría aranceles, reduciría impuestos y garantizaría seguridad frente a amenazas externas, como buques rusos y chinos. La declaración, emitida días antes de las elecciones federales en Canadá, ha avivado tensiones con el primer ministro Mark Carney, quien enfrenta una contienda reñida contra el conservador Pierre Poilievre. Aunque inicialmente vista como una provocación, la insistencia de Trump ha generado preocupación en Ottawa sobre una posible campaña de presión económica.
Trump argumenta que la fusión beneficiaría a ambos países, eliminando déficits comerciales y fortaleciendo la seguridad continental, especialmente ante la supuesta incapacidad de Canadá para defenderse sola. Sus comentarios, que incluyen referencias despectivas al ex primer ministro Justin Trudeau como “gobernador”, han sido interpretados como una estrategia para influir en la opinión pública canadiense antes de los comicios. Sin embargo, la propuesta ha desatado un rechazo generalizado en Canadá, donde líderes políticos y ciudadanos defienden su soberanía. Carney ha prometido responder con aranceles de represalia y negociar una nueva relación económica post-elecciones, mientras Poilievre, pese a su discurso populista, se distancia de Trump, rechazando comparaciones con el movimiento MAGA.
La retórica de Trump no es nueva, pero su persistencia, combinada con medidas como aranceles del 25% sobre productos canadienses, sugiere un intento de debilitar la economía del vecino del norte para imponer su agenda, según analistas citados por El Confidencial. Históricamente, las ambiciones expansionistas de EE. UU. hacia Canadá en el siglo XIX impulsaron la unificación del país en 1867, y algunos expertos, como el historiador Andrew Johnston, ven en las actuales amenazas un potencial catalizador para un renovado patriotismo canadiense. Mientras tanto, la incertidumbre económica, agravada por la caída de Wall Street y las tensiones comerciales, complica las negociaciones bilaterales. La propuesta, aunque improbable en términos prácticos, subraya la imprevisibilidad de la política exterior de Trump y su impacto en las relaciones con aliados tradicionales.
El impacto de estas declaraciones trasciende la retórica, afectando la confianza de los canadienses en su relación con EE. UU. La campaña de Canadá, que incluye vallas publicitarias en estados republicanos para destacar el costo de los aranceles para los trabajadores estadounidenses, muestra una respuesta inusualmente agresiva. Mientras Trump insiste en los beneficios de la anexión, expertos como Dan Fried, citado por EL PAÍS, consideran que la idea es más una bravuconada que una amenaza real, dado el riesgo de alienar a aliados y desestabilizar la OTAN. Con las elecciones canadienses en el horizonte, el desenlace de esta crisis diplomática dependerá de la capacidad de ambos países para negociar sin ceder a presiones, en un momento de creciente polarización global.
