Por Stalin Briones, Editorialista
Desde las calles de Tel Aviv, Escobar describió un ambiente cargado de tensión, donde el sonido de las sirenas antiaéreas se ha convertido en parte de la rutina diaria. “La incertidumbre es lo más difícil”, relató. “No sabemos cuándo o dónde caerá el próximo ataque, pero todos intentamos mantener la calma y seguir adelante”. Sus palabras reflejan el impacto psicológico que esta guerra está teniendo en la población civil.
El conflicto, que se intensificó tras una serie de ataques aéreos israelíes en Teherán y una respuesta iraní con misiles balísticos, ha dejado un saldo devastador en ambos lados. Según reportes internacionales, miles de personas han sido desplazadas, y la infraestructura crítica en varias ciudades ha sufrido daños significativos. La comunidad internacional, por su parte, continúa buscando vías para un alto al fuego, aunque las negociaciones parecen estar estancadas.
Para los ecuatorianos, esta crisis no solo representa un drama lejano, sino un recordatorio de la fragilidad de la paz global. Escobar, tiene meses viviendo en Israel, hizo un llamado a la solidaridad: “Aquí, como en cualquier parte del mundo, solo queremos vivir en paz. Espero que esta situación inspire a todos a valorar lo que tienen y a trabajar por un futuro mejor”.
En medio de este panorama sombrío, historias como la de Gonzalo Escobar nos acercan a la humanidad detrás de los titulares. Desde Ecuador, seguimos atentos a los acontecimientos en Medio Oriente, con la esperanza de que la diplomacia prevalezca y se restaure la calma en una región marcada por la adversidad.