Israel intensificó el 13 de junio sus ataques contra instalaciones nucleares, balísticas y mediáticas en Irán, como la radiotelevisión pública, sugiriendo un objetivo de cambio de régimen. Sin embargo, analistas advierten que derrocar al líder supremo, Ali Jamenei, en el poder desde 1979, podría desatar un caos similar al de Irak en 2003 o Libia en 2011, sin garantizar una transición democrática.
El presidente francés Emmanuel Macron, en la cumbre del G7, rechazó la idea de un cambio de régimen por medios militares, argumentando que desestabilizaría aún más la región. Nicole Grajewski, del Carnegie Endowment, señaló que los ataques israelíes no solo buscan frenar la proliferación nuclear, sino debilitar símbolos y líderes del régimen, aunque un colapso podría empoderar a los Guardianes de la Revolución o al ejército, en lugar de una democracia.
La oposición iraní, fragmentada, carece de una alternativa democrática sólida. Reza Pahlavi, hijo del último sah, promueve desde EE. UU. el colapso del régimen y una alianza con Israel, pero su nacionalismo y vínculos con Tel Aviv generan rechazo. La Organización de los Muyahidines del Pueblo de Irán (OMPI), liderada por Mariam Rajavi, también enfrenta críticas por su pasado apoyo a Sadam Husein, lo que limita su respaldo interno.
Thomas Juneau, experto de la Universidad de Ottawa, advirtió que un colapso del régimen podría derivar en un golpe de los Guardianes de la Revolución, pasando de una teocracia a una dictadura militar. La compleja composición étnica de Irán, con kurdos, árabes y otras minorías, añade más incertidumbre a cualquier transición política.
Donald Trump afirmó saber el paradero de Jamenei, pero las consecuencias de su derrocamiento preocupan a Europa, donde se teme un vacío de poder que exacerbe la violencia y la inestabilidad, sin un camino claro hacia un gobierno liberal y democrático.
