Unos 40,8 millones de personas viven con el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) en el mundo, y más de la mitad, unos 21,1 millones, residen en África subsahariana. Esta región se mantiene como el epicentro global de la epidemia en un contexto de grave inestabilidad financiera. Los datos de la ONU para 2024 señalan que, aunque se ha logrado una reducción global en los contagios (40%) y los fallecimientos (54%) desde 2010, los avances son frágiles. Solo en África subsahariana se registraron 550.000 nuevas infecciones, la mitad del total mundial, y 260.000 muertes relacionadas con el SIDA. La crisis es especialmente dura para las mujeres y niñas, que representan el 63% de las nuevas infecciones en la zona, con unas 3.300 adolescentes y jóvenes contagiadas cada semana.
El Programa Conjunto de la ONU sobre el VIH/Sida (ONUSIDA) ha alertado sobre el “impacto devastador” de la falta de solidaridad y de los abruptos recortes en la financiación internacional. La reducción de la ayuda exterior, incluida la del principal programa global de Estados Unidos (PEPFAR), ha paralizado servicios esenciales de detección y prevención. La falta de fondos ha provocado el cierre de centros de salud y la interrupción de programas comunitarios, un pilar fundamental en la respuesta al virus. Pese a la crisis, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha calificado de “histórica” la reciente recomendación del lenacapavir, un antirretroviral de acción prolongada que se administra mediante una inyección subcutánea dos veces al año, ofreciendo una esperanza para la prevención y el futuro de la lucha contra la epidemia en los países de bajos ingresos.
