Israel y Estados Unidos atacaron instalaciones nucleares iraníes en Natanz, Fordow e Isfahan, buscando frenar el enriquecimiento de uranio que, según ambos países, apunta a armas nucleares, acusación que Irán niega. Los bombardeos del 13 y 21 de junio dañaron centrifugadoras clave, según el OIEA y expertos.
Irán operaba 7.000 centrifugadoras IR-1, 6.500 IR-2m, 4.000 IR-4 y 3.000 IR-6 antes de los ataques, según Anna Erickson, ingeniera nuclear. Las IR-1 producen 0,8 UTD anuales, mientras que las modernas IR-9, aún en pruebas, alcanzan 50 UTD, reduciendo el tiempo para obtener uranio al 90 % necesario para armas.
El OIEA reportó 400 kg de uranio al 60 % en Irán, suficiente para 10 bombas si se enriquece al 90 %. Los ataques dañaron infraestructura eléctrica y edificios, probablemente destruyendo muchas centrifugadoras, pero Irán pudo haber trasladado material nuclear, según inteligencia citada por The New York Times.
La retirada de inspectores del OIEA tras los ataques limita la verificación del programa iraní. Aunque Israel y EE. UU. celebran el retroceso, el daño real es incierto y podría solo retrasar el enriquecimiento meses o años, según Erickson.
La experta sugiere que la diplomacia es más efectiva que los ataques para prevenir un Irán nuclear, ya que la reconstrucción de centrifugadoras y el posible ocultamiento de material enriquecido complican los resultados a largo plazo.