Un fascinante giro científico ha transformado la percepción de un organismo milenario: el Aspergillus flavus, un hongo cuya presencia en la tumba de Tutankamón fue históricamente relacionada con la célebre “maldición del faraón” y misteriosas dolencias. Investigadores de la Universidad de Pensilvania han descubierto que este “microorganismo villano” posee compuestos, denominados asperigimicinas, que muestran una potente actividad anticancerígena, especialmente contra células de leucemia humana. Este hallazgo, publicado en la revista Nature Chemical Biology, subraya cómo los productos naturales, particularmente los derivados de hongos, continúan siendo una fuente inestimable para el desarrollo de nuevos medicamentos.
Las asperigimicinas actúan interrumpiendo el proceso de división celular, un mecanismo crucial para el crecimiento descontrolado de las células cancerosas. Si bien la investigación se encuentra aún en sus etapas preclínicas, con planes de avanzar a pruebas en modelos animales y, eventualmente, a ensayos clínicos en humanos, los resultados iniciales son altamente alentadores. Este descubrimiento no solo ofrece una nueva vía en la lucha contra el cáncer, sino que también resalta el vasto potencial farmacéutico que aún yace inexplorado en ambientes extremos y en la propia naturaleza, revirtiendo así la sombría fama de un hongo milenario en una inesperada promesa para la salud global.
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