Otro cuerpo que reposa en las “grutas vaticanas” es el de Albino Luciani quien tomó el nombre papal de Juan Pablo I. A su muerte por infarto agudo del miocardio, tenía 65 años y apenas 33 días de haberse proclamado papa. Fue el papado más corto del siglo XX y quien lleva consigo una serie de teorías conspiranoicas que han sacado de casillas más de una vez al propio Vaticano.
Una de las teorías que circula y quizá la más popular es la que afirma que lo envenenaron, pero la verdad es que hubo señales del infarto que fueron desestimadas por el propio papa. El 27 de septiembre de 1978, Juan Pablo I estaba rezando y sintió una punzada en el pecho que alarmó a sus dos secretarios privados que estaban junto a él. El papa le restó importancia diciendo que no había de qué temer, que eran cosas de la edad.
Juan Pablo I se había sometido a una serie de chequeos médicos y parecía estar bien de salud, así que el asunto se olvidó. A la hora de la cena comió solo en su departamento en el Palacio Apostólico y al terminar fue a dar las gracias a las monjas de la cocina, ellas lo vieron bien, alegre y sonriente como era su costumbre. Terminado esto fue a su habitación.
Lo encontraron muerto en su habitación, tenía las gafas de lectura, una leve sonrisa, que fue su identificativo por lo que le decían “el papa de la sonrisa”, y unos documentos considerados importantes en las manos. Lívido y recostado en su cama fue encontrado por una de las monjas de la cocina, Vincenza, quien tenía la costumbre de llevarle un café a las 05:00, antes de bajar a su rezo de la mañana. Cuando se dio cuenta que no se lo había tomado entró a sus aposentos, hallando el cadáver.
¿Y si alguien lo quería quitar de en medio?
Juan Pablo I, quien fuera beatificado por el papa Francisco, quería simplificar y hacer la iglesia más humilde, restarle lujos y esto a cierta parte del cuerpo eclesiástico no le parecía.
Se llegó a decir que estaba a punto de destapar un entremado económico que implicaba al banco del Vaticano, a uno privado y con ellos a empresarios, políticos y hasta miembros de la mafia italoestadounidense que estaba utilizando a las instituciones financieras de la Santa Sede para blanquear el dinero de sus operaciones criminales, algo que Juan Pablo I ya estaba investigando.
La CIA, la KGB y hasta los masones infiltrados en el Vaticano han sido señalados por el oscuro hecho.
El sacerdote y teólogo Jesús López Sáez en su libro “Juan Pablo I, caso abierto” (2009) sostiene la tesis de que Luciani sufrió un homicidio y sobre el caso declara que “el problema sigue vivo como una herida cerrada en falso”. Stefanía Falasca en 2017 escribe otro documento llamado: “Papa Luciani, crónica de una muerte con documentos y testimonios inéditos” en donde habla de la falla cardiaca por encima de cualquier otra teoría, basándose en entrevistas a quienes estuvieron ahí. En 2019, Anthony S. Luciano Raimondi, supuesto ganster de la Familia Colombo, publicó otro libro en que afirma que el asesinato fue cometido usando Valium y cianuro. Revela además que el crimen se habría perpetrado para encubrir un fraude de títulos financieros. Sin embargo, Con ocasión de su beatificación en septiembre de 2022, el sobrino del pontífice, Giovanni Luciani, desmintió las teorías de la conspiración calificándolas de inventos y declaró que Juan Pablo I siempre fue de salud frágil.
Pero el Vaticano solo niega, no revela nada. Entre las preguntas abiertas está el hecho de no haber realizado autopsia, y de haber manejado la comunicación con respecto a la muerte de manera poco profesional permitiendo que estas teorías subsistan.