Ucrania bombardeó el 1 de julio de 2025 una fábrica en Izhevsk, Rusia, a más de 1,000 km de su frontera, atacando instalaciones de la empresa Kupol que produce sistemas antiaéreos Tor y Osa y drones para el ejército ruso, según una fuente de seguridad ucraniana. El ataque, ejecutado por drones del SBU, dejó al menos tres muertos y 35 heridos, diez en estado grave, reportó Alexander Brechalov, líder de Udmurtia.
El bombardeo forma parte de la estrategia de Kiev de intensificar ataques en territorio ruso, en respuesta a los bombardeos de Moscú desde el inicio de la ofensiva rusa en febrero de 2022. Izhevsk, conocida por su industria militar, vio una humareda en un edificio en llamas, según imágenes no verificadas. Rusia, por su parte, incrementó un 36.8% sus ataques con drones de largo alcance contra Ucrania en junio, lanzando 5,438 frente a 3,974 en mayo.
Las defensas antiaéreas ucranianas enfrentan presión ante el aumento de ataques rusos, mientras Kiev, bajo el mando de Oleksander Sirski, prometió más ofensivas contra objetivos militares rusos. Un ataque previo el 2 de junio dañó aeródromos rusos, aunque Moscú minimizó el impacto. Las negociaciones de paz en Estambul no han prosperado, con Rusia exigiendo control de cinco regiones ucranianas y la no adhesión de Kiev a la OTAN.
El Kremlin, a través de Dmitri Peskov, justificó sus bombardeos como parte de operaciones militares, sugiriendo que Ucrania sabe cómo detener el conflicto aceptando las demandas rusas, consideradas inaceptables por Kiev. Mientras, las tropas rusas avanzan en sectores como Lugansk, donde Leonid Pasechnik afirmó que la región, anexada por Rusia, está bajo control del Kremlin.
El ataque a Izhevsk refleja la escalada de hostilidades, con Ucrania buscando debilitar la infraestructura militar rusa, mientras Moscú intensifica su ofensiva y presiona en el frente, generando un impacto humanitario y estratégico que profundiza el conflicto sin visos de resolución inmediata.