Los tomates, además de ser uno de los ingredientes más versátiles de la cocina, se están consolidando como un aliado clave en los planes de pérdida de peso. Diversos estudios han demostrado que su consumo regular puede contribuir a reducir grasa corporal, controlar el apetito y mejorar la salud metabólica.
Un trabajo publicado en The Journal of Nutrition reveló que personas que incluyeron tomates en su dieta durante ocho semanas lograron una disminución notable en su porcentaje de grasa corporal y en la circunferencia de cintura. ¿La razón? Los tomates están compuestos en un 95 % de agua y aportan muy pocas calorías —alrededor de 22 a 33 por unidad—, lo que los convierte en una opción ideal para mantener la saciedad sin exceder el consumo calórico.
Además de su aporte hídrico, los tomates son ricos en fibra dietética, que ralentiza la digestión y ayuda a prolongar la sensación de llenura. Su contenido de licopeno, el antioxidante que les da su característico color rojo, juega un papel clave al reducir la inflamación, mejorar la sensibilidad a la insulina y estimular la grasa parda, esa que ayuda a quemar calorías.
Expertos en nutrición, como los de Harvard y de la Universidad del Sur de California, coinciden en que alimentos como el tomate ayudan a estabilizar los niveles de azúcar en la sangre, evitando picos que generan hambre descontrolada. Incluso, se han asociado con beneficios a largo plazo para el corazón y la prevención de enfermedades metabólicas.
Aunque los tomates no son una “cura mágica” para bajar de peso, su incorporación en la dieta diaria —ya sea en ensaladas, sopas, jugos o salsas— es una estrategia sencilla para sumar volumen, nutrientes y saciedad sin añadir calorías innecesarias.
En pocas palabras, los tomates son mucho más que un acompañante en el plato: son un alimento inteligente para quienes buscan perder peso de forma equilibrada y mejorar su salud general.
