Un conductor de taxi denunció que, mientras circulaba por la autopista desde el Mall del Sol en Guayaquil hacia Samborondón, fue interceptado cerca del puente Guasanda. En pleno trayecto, individuos encapuchados rompieron las ventanas del vehículo y secuestraron a los tres pasajeros que transportaba.
Este hecho forma parte de una creciente ola de violencia y delitos vinculados al transporte. Según estadísticas oficiales, en Quito se han registrado 68 casos de robos a pasajeros dentro de taxis en el último año, especialmente en las madrugadas de miércoles a sábado, un patrón que refleja la peligrosidad latente del servicio de transporte informal o vulnerado desde dentro.
En Guayaquil, la situación para los taxistas es igual de crítica. Denuncias del gremio indican que diez conductores han sido víctimas de secuestro hasta la fecha, mientras que otros enfrentan exigencias extorsivas conocidas como “vacunas” solo para circular por determinadas zonas.
Este último incidente representa una agravante: el secuestro exprés en taxis no solo pone en riesgo la vida de pasajeros inocentes, sino que también pone en evidencia la sofisticación creciente de las bandas criminales que operan en las vías principales y fronteras urbanas.
Las autoridades han sido alertadas y, aunque se están evaluando los protocolos de vigilancia e intervención en zonas críticas, el gremio de transporte pide mayores controles, vigilancia aérea o terrestre y regulación completa del servicio, para evitar que estas violentas prácticas sigan creciendo al amparo del temor ciudadana.
La recomendación para la población sigue siendo tomar taxis autorizados, preferiblemente de cooperativas reconocidas o apps de transporte seguro, evitando opciones informales, especialmente en horarios nocturnos o en rutas menos transitadas. La seguridad, más que una elección, se impone como una necesidad.
